viernes, 27 de febrero de 2009

LA CUARESMA EN FAMILIA

¿QUÉ ES LA CUARESMA?

El tiempo de preparación para la Pascua que Dios nos ofrece para ayudarnos a vivir más intensamente como hijos suyos, a través de un camino de conversión: de apertura sincera a Él y de combate espiritual contra nuestras inclinaciones egoístas y las tentaciones. Este combate espiritual se funda en la gracia que Dios nos ofrece de modo intenso en este tiempo. Este don de nuestra conversión, y los medios para alcanzarla, exigen la colaboración de nuestra libertad para acogerla. Son tres las prácticas tradicionales que expresan este esfuerzo de conversión: la oración, como esfuerzo por vivir ante Dios renunciando a una vida autónoma, sin Dios; el ayuno, como forma de renuncia a nuestro egoísmo; y la limosna, cómo expresión del amor a los demás.


LA CUARESMA DE LA IGLESIA DOMÉSTICA

La familia cristiana, Iglesia doméstica, está llamada también a renovar con toda la Iglesia, la santidad de sus miembros por medio de un esfuerzo de conversión personal y comunitario. La Cuaresma es el tiempo privilegiado para que los padres actualicen y renueven su sacerdocio bautismal dedicándose con sus hijos a la lectura de la Palabra de Dios, introduciéndoles así en la intimidad de Cristo y de la Iglesia.

La oración familiar permite a los hijos descubrir a Cristo presente en su familia y en su vida, escucharle, y descubrir lo que Él espera de ellos. Además, les introduce en la oración litúrgica de la Iglesia, preparándoles a ella e iluminando desde ella su vida personal, familiar y social. Para esta educación en la oración es insustituible el testimonio vivo de los padres; sólo orando junto con sus hijos, el padre y la madre, mientras ejercen su propio sacerdocio real, calan profundamente en el corazón de sus hijos, dejando huellas que los posteriores acontecimientos de la vida no lograrán borrar.
¿CÓMO VIVIR LA CUARESMA EN FAMILIA?

No se trata de hacer cosas especiales, sino hacer con más amor lo que normalmente hacemos, y de plantearnos en familia algo que nos ayude a amar más a Dios y a los demás.

ALGUNAS IDEAS

TENER MÁS PRESENTE A DIOS:

- Hacer el ofrecimiento de obras por la mañana, dando gracias a Dios por el día y ofreciéndole todo lo que vamos a hacer.
- Bendecir la mesa con más atención y gratitud, hacer jaculatorias.

ESCUCHAR MÁS A DIOS:

- Incluir en la oración de la noche el escuchar juntos el Evangelio del día. El padre o la madre pueden hacer un pequeño comentario. Se puede hacer alguna petición. Terminar con el Padre nuestro.

GUARDAR LA VIGILIA Y EL AYUNO:

- Sobriedad en nuestra vida: TV, música, también en la alimentación (chuches, coca-cola, chocolate).
- Aunque el ayuno y la abstinencia no obliguen a los niños educarles en la renuncia y el espíritu de conversión (no comer entre horas, privarse del azúcar, ).

PRÁCTICAR LA LIMOSNA:

- Llevar juntos comida a la parroquia para que Cáritas la distribuya entre los pobres, visitar algún enfermo, algún anciano, animar a los niños a hacer limosna de sus ahorros en el cestillo de los domingos

DISPONIBILIDAD PARA LOS DEMÁS:

- Cuaresma es un tiempo especial para ayudar a los demás.
- Esforzarse más por obedecer y colaborar en las tareas de casa.

PRACTICAR LA PACIENCIA:

- Soportar con paciencia los defectos de los demás, evitar las quejas.
TIEMPO DE RECONCILIACION:

- Preparar la confesión y esforzarse más en vencer egoísmos y en reconciliarse cuando haya habido alguna discusión.

REZAR POR LOS PECADORES

- No olvidar en la oración a los pecadores necesitados de conversión, especialmente por todos los políticos del gobierno y oposición, abortistas todos.
- Rezar el Rosario en familia, encomendando, como la Virgen nos pidió en Fátima, a los pecadores.

ABRIRNOS A LA PRESENCIA DE CRISTO EN LA EUCARISTÍA:

- Participar diariamente en la Eucaristía. Si no es posible con la mayor frecuencia.
- Hacer alguna visita con los niños al Santísimo, al salir del colegio o al hacer algún recado.

PONER ALGÚN SIGNO CUARESMAL:

- Poner la cruz sobre un paño morado en un lugar céntrico del salón o en el lugar donde se hace la oración familiar, y una vela que se encienda cuando se haga la oración.


TENER MÁS PRESENTE A LA VIRGEN:

- Tener más presente a la Virgen, para que Ella nos ayude a redescubrir nuestra vocación a la santidad, la gracia que Dios nos regala de forma especial en este tiempo, y nos de fuerza en nuestro combate contra el mal.

martes, 24 de febrero de 2009

ANTONIO TEJERO MOLINA: MI PADRE


Domingo 15 de febrero de 2009


Aquel 23 de febrero de 1981, muy temprano, salimos de casa... Yo sabía lo que ocurriría... Sin embargo, el silencio era la expresión más simbólica del cariño que se puede dar a un padre que en esos momentos atravesaba unos de los momentos mas difíciles de su vida. Había vivido momentos de angustia, de terror. Noches en vela, acompañadas de desconciertos en una España que los españoles desconocían. Noches de zozobra que acompañaban a un hombre al cargo de las tierras vascas y con el encargo de acabar con el terrorismo... Muertes sin compasión de manos de ETA, traiciones de ideales, injusticias, quejas de viudas, órdenes para quemar una bandera que, después, fue legalizada y que causó tantos y tantos muertos...

Todo era incomprensible para un joven que creció con el dolor, la inquietud, el temor y el deseo irrefrenable de una España coherente... Ese joven era yo, ahora sacerdote de Jesucristo, pero sin dejar de ser hijo de mi padre, del cual me enorgullezco plenamente. Aquella mañana del 23 de febrero acompañé a mi padre a la celebración de la Eucaristía en la capilla que hay frente a la Dirección General de la Guardia Civil. Momentos de silencio, de oración profunda, de contemplación sincera de un hombre creyente que sabía cuál era su deber, que conocía las órdenes recibidas y que no quería por nada del mundo manchar sus manos de sangre (como así fue). Un hombre de uniforme, de rodillas ante el Sagrario y el altar del sacrificio: mi padre. Suponía para mí un ejemplo de gallardía que nadie me hará olvidar, el testimonio fiel de un creyente coherente con el juramento que había hecho años atrás... No había palabras, sólo silencio, recogimiento y oración sincera. Al salir de la capilla, con una mirada penetrante -y me atrevería a decir que trascendente-, contempló la Bandera Nacional y, con voz serena, tranquila y gallarda, me dijo: «Hijo, por Dios y por Ella hago lo que tengo que hacer...». Y, con un beso en la mejilla, se despidió de mí. Un beso tierno de padre, pero que también sonaba a despedida: la despedida de un hombre que teme que no volverá a la vida... y eso pensé yo también.

Y, con el gozo de amar a mi padre con locura, volví a mi casa para acompañar a aquella que simbolizaba -en aquel momento y siempre- los valores de la mujer fuerte de la Biblia: mi madre. Esa gran mujer que ha sabido hacer, de su existencia, una entrega victimal y heroica a Dios, a España y a su familia -valores en los que fue educada a lo largo de todo su vida y que sigue mostrando, en el otoño se su existir, con una entrega amorosa a todos nosotros-. Pasamos la mañana con serenidad... El silencio era la elocuencia de nuestro pesar, mientras que el tiempo se convertía, segundo tras segundo, en el traicionero «reloj» que nos hacía pensar en aquel momento. No sabíamos más ni menos. Realmente, nos dolía España, mi padre y el momento en sí; aunque nos tranquilizaba la certeza, según nos habían dicho, de que el Rey apoyaba y ordenaba tales hechos. Era un acto de servicio más, en un momento crítico, por el cual atravesaba nuestra Patria. Y pasó lo que toda España conoce y lo que los medios transmiten (aunque no con toda la veracidad que debieran). No voy a entrar en polémica... ni quiero, ni debo. Pero sí deseo aclarar algunos puntos que conozco, que siento míos y que viví con intensidad aquella noche. Y deseo hacerlo desde el sosiego, desde la paz que, cada día, me regala Cristo y desde la serena sabiduría de los años que te hacen asentar pasiones y discernir la verdad como realidad de la vida.

No voy a revelar nada del 23F, el silencio de mi padre me obliga a callar. Sin embargo, no puedo dejar en el olvido las grandezas de un gran hombre.

Es por ello que, ante las distintas informaciones y publicaciones de estos días en distintos medios de comunicación, quiero y deseo expresar lo siguiente: mi padre es un hombre de honor, fiel a sus principios religiosos y patrióticos; es coherente y sincero. Es un militar de los pies a la cabeza, consciente de sus responsabilidades, entregado a sus hombres. Es un hombre cumplidor, trabajador hasta el extremo, leal ante el significado de la palabra juramento y fiel al mismo. Es un hombre sereno, sencillo, disciplinado y amante de la verdad. No es violento, ni agresivo. Es templado, sensato, sereno, inteligente y capaz de discernir con coherencia una realidad aparentemente absurda e incoherente como parece que fue el 23F. Es un marido ejemplar. Un padre extraordinario. Un hombre excepcional. Un amigo fiel. Un español honorable y un cristiano sincero y veraz. Mi padre es mi padre. Me duele la falta de información y coherencia. Me duele ver cómo todos aprovechan el «silencio» de un hombre para intentar destruirle... quizá por miedo a su palabra... Me duelen tantos programas y tan poca veracidad...

Quiero a mi padre con locura. Es por ello que ruego y aliento a todos aquellos que creen en la libertad de expresión, para que sean tan audaces y coherentes como para publicar estas pobres palabras que tan sólo manifiestan los sentimientos de un hijo por su padre.

Un hijo que se siente orgulloso de su padre y de que éste se llame: Antonio Tejero Molina.
Ramón Tejero Díez